CONCLUSIONES
Con este trabajo he podido mostrar la verdadera pesadilla que vivieron mis familiares por el hecho de tener que emigrar dejándolo todo atrás; la casa, los paisajes, los amigos y hasta incluso una hija. Desgraciadamente, tan solo es una de las miles y miles de historias desconocidas sobre la emigración.
Durante los siglos XIX y XX, hombres, mujeres y familias enteras tuvieron que emigrar hacía América en busca de un futuro incierto en el que, si tenían suerte, les aportaría una mejor calidad de vida.
Muchos de estos valientes emigrantes volvieron, como fue el caso de mi familia, ya fuese por motivos políticos, económicos o hasta incluso por nostalgia de su hogar, pero muchos otros se quedaron.
En la introducción me planteaba una pregunta: ¿Realmente esta "morriña" afecta en todos los casos, o se determina según las propias vivencias?
Ahora, después de un largo proceso de investigación, entrevistas, emociones e incertidumbres, puedo extraer conclusiones.
Bajo mi punto de vista y gracias a las aportaciones de mi familia (págs. 61-138) e otras entrevistas (anexos: págs. 147-158), creo firmemente que la "morriña" se determina según las condiciones de cada individuo.
La "Era Trujillo" es una herida no cicatrizada que siempre acompañará a mi familia, pero también a aquellos quienes tuvieron que soportar la inmigración, los dominicanos. Los treinta años de dictadura trujillista estuvieron llenos de sangre y violencia difuminados por una falsa democracia que solamente el dictador se creía.
A pesar de contar con el apoyo de la iglesia, el dictador finalmente sufrió la venganza que tantas personas deseaban después de treinta años sometidos al régimen, siendo asesinado por su propia guardia. Desgraciadamente, su muerte no determinó el fin de esa terrible era, sino que la situación económica del país empeoró aconteciéndose una gran crisis a causa del traspaso del dinero del General a bancos suizos que realizó su hijo, dejando al país en pésimas condiciones e asegurándose la fortuna de su padre. Además, el monopolio que se vivía durante el régimen quedó totalmente olvidado y la mayoría de las empresas del país fueron vendidas por Ramfis Trujillo (hijo del dictador) o se declararon en quiebra. La última de las consecuencias que tuvo la muerte de Trujillo fue la posterior inestabilidad política, ya que la población sintió la necesidad de revelarse y reivindicar todos aquellos derechos que durante treinta años les habían estado prohibidos, llegando prácticamente a una guerra civil.
Rafael L. Trujillo fue un hombre inteligente que supo convencer al pueblo dominicano de ser la mejor solución después de la dura Crisis del 29, como también supo atraer a miles de emigrantes franceses, italianos y españoles con el pretexto de mejorar la agricultura del país pero con la cruda y verdadera realidad de una política racista, con la intención de "emblanquecer" la población dominicana.
Todos esos europeos que se fueron, como mi familia, no supieron ver el mal, involuntario, que estaban haciendo a la sociedad dominicana, expropiándolos de todos sus derechos y posesiones.
Es bien lógico pensar que todos aquellos quienes un día emigraron y no volvieron, encontraron la suerte que buscaban cuando marcharon y, por tal motivo, no consideraron oportuno volver.
La vida es un camino de superación continua, obstáculo tras obstáculo y dificultad tras dificultad. Es de alabar el coraje que demostraron todos los quienes marcharon y lucharon por conseguir una mejora respecto a sus condiciones de vida, pero todavía se tienen que ensalzar en mayor medida a todos aquellos quienes no encontraron fortuna y no flaquearon, emprendiendo un viaje hacía Europa en el mundo de la construcción.
Actualmente, muchos jóvenes de nuestro país, se encuentran con la necesidad de marchar a buscar oportunidades en el extranjero para poder tener una vida digna, tal como hicieron sus antepasados. La principal diferencia es la forma de afrontar este cambio en sus vidas, viéndolo como un fracaso en vez de como una oportunidad.
Posiblemente en unos años, cuando esta maldita crisis que nos rodea haya terminado y quizá la sociedad haya cambiado su actual y errónea mentalidad, alguien estudiará este nuevo fenómeno migratorio y verá, con sorpresa o no, que se asimila a todos los otros a lo largo de la historia.
Pero el futuro es incierto y la única certeza es que cada uno tiene su verdad, su visión de las cosas, de lo que pasó.
Este es el caso de la família Pérez Díaz, uno de tantos.
Durante los siglos XIX y XX, hombres, mujeres y familias enteras tuvieron que emigrar hacía América en busca de un futuro incierto en el que, si tenían suerte, les aportaría una mejor calidad de vida.
Muchos de estos valientes emigrantes volvieron, como fue el caso de mi familia, ya fuese por motivos políticos, económicos o hasta incluso por nostalgia de su hogar, pero muchos otros se quedaron.
En la introducción me planteaba una pregunta: ¿Realmente esta "morriña" afecta en todos los casos, o se determina según las propias vivencias?
Ahora, después de un largo proceso de investigación, entrevistas, emociones e incertidumbres, puedo extraer conclusiones.
Bajo mi punto de vista y gracias a las aportaciones de mi familia (págs. 61-138) e otras entrevistas (anexos: págs. 147-158), creo firmemente que la "morriña" se determina según las condiciones de cada individuo.
La "Era Trujillo" es una herida no cicatrizada que siempre acompañará a mi familia, pero también a aquellos quienes tuvieron que soportar la inmigración, los dominicanos. Los treinta años de dictadura trujillista estuvieron llenos de sangre y violencia difuminados por una falsa democracia que solamente el dictador se creía.
A pesar de contar con el apoyo de la iglesia, el dictador finalmente sufrió la venganza que tantas personas deseaban después de treinta años sometidos al régimen, siendo asesinado por su propia guardia. Desgraciadamente, su muerte no determinó el fin de esa terrible era, sino que la situación económica del país empeoró aconteciéndose una gran crisis a causa del traspaso del dinero del General a bancos suizos que realizó su hijo, dejando al país en pésimas condiciones e asegurándose la fortuna de su padre. Además, el monopolio que se vivía durante el régimen quedó totalmente olvidado y la mayoría de las empresas del país fueron vendidas por Ramfis Trujillo (hijo del dictador) o se declararon en quiebra. La última de las consecuencias que tuvo la muerte de Trujillo fue la posterior inestabilidad política, ya que la población sintió la necesidad de revelarse y reivindicar todos aquellos derechos que durante treinta años les habían estado prohibidos, llegando prácticamente a una guerra civil.
Rafael L. Trujillo fue un hombre inteligente que supo convencer al pueblo dominicano de ser la mejor solución después de la dura Crisis del 29, como también supo atraer a miles de emigrantes franceses, italianos y españoles con el pretexto de mejorar la agricultura del país pero con la cruda y verdadera realidad de una política racista, con la intención de "emblanquecer" la población dominicana.
Todos esos europeos que se fueron, como mi familia, no supieron ver el mal, involuntario, que estaban haciendo a la sociedad dominicana, expropiándolos de todos sus derechos y posesiones.
Es bien lógico pensar que todos aquellos quienes un día emigraron y no volvieron, encontraron la suerte que buscaban cuando marcharon y, por tal motivo, no consideraron oportuno volver.
La vida es un camino de superación continua, obstáculo tras obstáculo y dificultad tras dificultad. Es de alabar el coraje que demostraron todos los quienes marcharon y lucharon por conseguir una mejora respecto a sus condiciones de vida, pero todavía se tienen que ensalzar en mayor medida a todos aquellos quienes no encontraron fortuna y no flaquearon, emprendiendo un viaje hacía Europa en el mundo de la construcción.
Actualmente, muchos jóvenes de nuestro país, se encuentran con la necesidad de marchar a buscar oportunidades en el extranjero para poder tener una vida digna, tal como hicieron sus antepasados. La principal diferencia es la forma de afrontar este cambio en sus vidas, viéndolo como un fracaso en vez de como una oportunidad.
Posiblemente en unos años, cuando esta maldita crisis que nos rodea haya terminado y quizá la sociedad haya cambiado su actual y errónea mentalidad, alguien estudiará este nuevo fenómeno migratorio y verá, con sorpresa o no, que se asimila a todos los otros a lo largo de la historia.
Pero el futuro es incierto y la única certeza es que cada uno tiene su verdad, su visión de las cosas, de lo que pasó.
Este es el caso de la família Pérez Díaz, uno de tantos.